La Cuesta del Bailío constituye, sin duda, uno de los conjuntos más hermosos que brinda el casco antiguo de Córdoba a quienes con los ojos bien abiertos busquen el alma de la ciudad. La cuesta salva su pendiente con 32 escalones –dos de ellos algo más anchos, a modo de rellanos en los que tomarse un respiro–, pavimentados con cantos rodados; los chinos oscuros dibujan curvas y volutas sobre fondo claro. A la derecha, la tapia del huerto de los Capuchinos extiende la colgadura vegetal de las buganvillas de color fucsia. Pero lo mejor de esta hermosa perspectiva es lo que se despliega arriba, el antiguo palacio de los Fernández de Córdoba. Como reza la leyenda “la casa palaciega situada en la parte alta de la cuesta, que fue de los Fernández de Córdoba, por una dignidad de esta familia (Bailío), dio nombre definitivo a este espacio”. La Cuesta del Bailío fue históricamente una de las comunicaciones entre la ciudad alta (Medina) y la baja (Axerquía), que atravesaba la muralla de origen romano. Hasta el año 1711 hubo un arco que dio nombre a la zona, conocida hasta entonces cono portillo de Corbacho.
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